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Declaratoria de Sitio Histórico de la Batalla de Tarapacá 1879





Esta publicación busca dar a conocer a la comunidad la Historia de esta Batalla y  promover la Declaratoria de este sitio Histórico, para preservarlo del saqueo de inescrupulosos buscadores de reliquias y de la destrucción por parte de procesos productivos o actividades que afecten este campo de batalla donde existen tumbas y fosas comunes de Soldados que lucharon por sus países en esa Guerra.
     


Sitio Histórico de la Batalla de Tarapacá la cual se efectúa el 27 de Noviembre de 1879 en el contexto de la Guerra del Pacifico. 



Este lugar se encuentra ubicado a unos 106 kms al norte de la ciudad de Iquique en la Comuna de Huara Provincia del Tamarugal 




El área de la Batalla de Tarapacá comprende el sector referente al Poblado de San Lorenzo, el Alto del Valle, el Poblado de Huarasiña, la cuesta Visagra y los cerro del valle. 

Posee un clima desértico interior, sin influencia oceánica costera. Este subtipo de clima se caracteriza por ser de extrema aridez, donde las precipitaciones anuales son de 0 mm. Característicos de este clima son los días con cielos despejados y mucha luminosidad, y más seco que el clima del desértico costero, la humedad relativa en promedio es de 50%. 

Sus temperaturas fluctúan entre mínimas absolutas de –5 a –12 °C y máximas absolutas de 36 y 40 °C, con un promedio de 250 días despejados al año. En ella se encuentra uno de los más valiosos e impresionantes ambientes de bosques de tamarugos en el desierto más árido del mundo.

En esta batalla habrían combatido cerca de 2200 soldados chilenos y 4500 soldados peruanos. Las bajas habrían chilenas habrían sido cerca de 534 y por parte de los peruanos unas 240. La batalla se extiende desde las 8:00 am hasta las 18:00 hrs abarcando el valle, la localidad de San Lorenzo que en ese entonces era la Capital Regional, el alto del valle y su planicie a largo de unos 7 kms cuadrados y el poblado de Huarasiña.







Bandera chilena izada sobre el Cerro Redondo lugar donde el Regimiento chileno 2° de Linea perdió su Estandarte al ser capturado por el adversario Aliado.



Telegramas y partes oficiales.







La Guerra del Pacifico Pascual Ahumada Moreno  Tomo II Capitulo III.







TELEGRAMAS PERUANOS. (10.45 A. M.) 

Montero a jeneral Prado. Arica, Diciembre 3 de 1879. Combate, Tarapacá.—Triunfo nuestro.—2,500 chilenos. —1,000 muertos. —Nuestros, 600 muertos i heridos.—-11 piezas artillería Krupp tomadas, 4 ametralladoras. La Mar desembarcó heridos nuestros aquí.








PARTES OFICIALES CHILENOS.
Parte Oficial General Erasmo Escala.

JENERAL EN JEFE DEL EJÉRCITO.

La Guerra del Pacifico Pascual Ahumada Moreno Tomo II Capitulo III.









“Campamento de Santa Catalina, Diciembre 5 de 1879. Señor Ministro: La derrota que en la gloriosa acción de la Encañada de Dolores sufrió el 19 del mes próximo pasado el ejército perú-boliviano, produjo en sus filas una deserción completa, pues hizo su retirada en desorden i las tropas se dispersaban en distintas direcciones. A nuestro mismo campamento llegaban dia a dia muchos soldados i aun oficiales, que espontáneamente venían a presentarse prisioneros; i por todos ellos adquiríamos la confirmación de esta desordenada retirada, i nos anadian que se les daba cita a la ciudad de Tarapacá, distante unas 45 a 50 millas, talvez con el objeto de reconstituirse allí bajo las órdenes del Jeneral en Jefe don Juan Buendia, que se habia dirijido a ese punto; pero que la mayor parte de los soldados no acudirían, pues se repartían por toda la comarca sin rumbo fijo ni propósito determinado.

La premura del tiempo i la circunstancia de que atenciones del servicio me obligan a estar en constante movimiento, me han colocado en la precisión de remitir orijinales a V. S. los partes del jefe de la división i de los comandantes de cuerpo que en ella tomaron parte, a fin de calmar la justa ansiedad del Supremo Gobierno por conocer los detalles de esta memorable jornada, que una vez mas ha venido a poner en relieve el ^esforzado valor del soldado chileno, i la denodada comportacion de sus estimables jefes i oficiales, que con heroica tenacidad han compartido con él los rigores de un ardoroso combate que se prolongó durante 8 horas consecutivas. El resultado ha sido desastroso para el enemigo, que ha sufrido inmensas pérdidas i que se retiró precipitadamente del campo de batalla, que nuestras fuerzas se vieron en la absoluta precisión de abandonar por habérseles agotado sus municiones, encontrándose sumamente cansadas después de una penosa marcha i tan recio combate. Además, la noche se acercaba i ellos ignoraban si el enemigo recibiría aun mayor refuerzo, que los sorprendería desarmados, o si alcanzaría a venir en su ausilio alguna división nuestra. Los cuerpos que tomaron parte en esta reñida acción han tenido que lamentar sensibles pérdidas en el personal de sus oficiales i tropa, principalmente el rejimiento 2. ° de línea, que por la posición que ocupaba sostuvo lo mas recio del ataque, i ha visto desaparecer sus dos jefes i muchos otros oficiales. El primer comandante de este rejimiento, teniente coronel don Eleuterio Ramírez, sucumbió en el campo de batalla, que en tantas ocasiones habia salvado con gloria para su carrera militar, i conquistádose el alto puesto que ocupaba, rodeado del aprecio i estimación de sus superiores, compañeros i subalternos, que hoi tributan merecido homenaje a sus preclaras virtudes. El segundo jefe del cuerpo, teniente coronel don Bartolomé Vivar, fué gravemente herido i falleció tres días después en el campamento, legando a sus compañeros de armas un honroso ejemplo que ellos sabrán recordar haciéndose dignos de él. Cayó también en el campo el segundo comandante del batallón Cliacabuco, sárjento mayor don Polidoro Valdivieso, que con su contracción habia logrado granjearse la confianza de sus jefes i del cuerpo a que pertenecía, i que ha sostenido con honra el puesto a que lo habían hecho acreedor su reconocido valor i competencia.

Réstame solo, señor Ministro, antes de concluir, recomendar mui especialmente a la consideración del Supremo Gobierno a los dignos oficiales que, llenando cumplidamente sus deberes, han tenido la desgracia de caer heridos, i en . jeneral a todos los que se encontraron en este hecho de armas, i que por su bizarro comportamiento se han hecho acreedores a una espresa recomendación, i de que dan testimonio los partes particulares que adjunto al presente.” 



Dios guarde a V. S. ERASMO ESCALA. Al señor Ministro de la Guerra. 




DIVISIÓN DE OPERACIONES SOBRE TARAPACÁ.

Parte Oficial Coronel Luis Arteaga.
La Guerra del Pacifico Pascual Ahumada Moreno  Tomo II Capitulo III.






Campamento de Santa Catalina, Noviembre 29 de 1879. Señor Jeneral en Jefe: En cumplimiento a las órdenes de V. S., el martes 25 del corriente salí del campamento de Santa Catalina, dirijiéndome al pueblo de Tarapacá, con una división de 2,000 hombres, compuesta del rejimiento 2. ° de línea, una brigada de Artillería de Marina, el batallón Chacabuco i dos secciones de artillería de montaña. Nuestra primera jornada se hizo hasta Dibujo, punto donde debía incorporárseme una pequeña fuerza que, a las órdenes del teniente coronel de guardias nacionales don José Francisco Vergara, se habia destinado a practicar un reconocimiento por aquel lugar; pero habiendo ya partido a su destino, solo se reunió con la de mi mando como a tres leguas de distancia de Tarapaeá, donde se mantenía en observación.

No conozco aun las bajas que hemos esperimentado; pero por mui considerables que ellas sean, creo que siempre esta acción será considerada como un lustre para nuestro ejército. Ningún soldado abandonó su arma ni dejó de disparar mientras tuvo a su alcance al enemigo, que ha sufrido pérdidas muí considerables. Entre las pérdidas mas dolorosas debo contar la del comandante del 2. ° de línea, don Eleuterio Ramírez, cuyo paradero aun se ignora; la del segundo comandante, don Bartolomé Vivar, muerto durante la primera parte de la jornada; la del sarjento mayor del batallón Chacabuco, don Polidoro Valdivieso, i la de muchos valientes i distinguidos oficiales que han rendido su vida en la flor de la edad sosteniendo la gloriosa enseña de nuestra patria. Cuando tenga a la mano los partes de los comandantes de cuerpos, comunicaré a V. S. los nombres de todos estos nobles hijos de Chile, así como también los de aquéllos que mas se han distinguido en esta desigual contienda. Recomiendo a la consideración de V. S., mui especialmente, al teniente coronel de guardias nacionales, don José Francisco Vergara; al sarjento mayor, don Jorje Wood, i al capitán del rejimiento 2. ° de línea, don Pablo Nemoroso Ramírez, por los mui importantes servicios que prestaron en este dia. Debo, en conclusión, dar cuenta a V. S. de que hemos tomado 8 oficiales prisioneros, de teniente coronel abajo, i unos cuantos individuos de tropa, cuyo número aun ignoro por haberlos dejado en el campamento de Dibujo.



Dios guarde a V. S. Luís ARTEAGA. Al señor Jeneral en Jefe del ejército del Norte.




JEFE DE LA DIVISIÓN DE OPERACIONES SOBRE TARAPACÁ. 

La Guerra del Pacifico Pascual Ahumada Moreno Tomo II Capitulo III.

Listado de muertos.



Campamento de Santa Catalina, Diciembre 4 de 1879. Señor Jeneral en Jefe: Al parte que tuve el honor de pasar a V. S. con fecha 29 del mes próximo pasado, debo agregar ahora lo que ha llegado a mi noticia con posterioridad al 27, fecha del combate de Tarapacá. acompañando los partes de los jefes de cuerpo en los que se explica detalladamente la parte que cupo a cada uno de ellos en el referido hecho de armas. A las 8 P. M., del mismo dia 27, el enemigo no creyénj dose seguro, se retiró a toda prisa hacia el Norte, abandonando sus heridos, sus muertos, ambulancias, etc., de todo lo cual se tomó posesión al dia siguiente. Según cálculos, el enemigo perdió en esa jornada 800 hombres muertos, 178 heridos que so encontraron en la ambulancia i casas del pueblo, sin tomar en cuenta los que se haya llevado consigo, calculado en 300. De jefes i oficiales muertos o heridos del enemigo, se hace subir el número a 66. Se han tomado algunos prisioneros, jefes, oficiales i tro| pa, cuyo número no me es posible precisar, porque a medida que se tomaban, eran enviados al campamento de Dolores o de Pisagua. Por nuestra parte hemos sufrido también pérdidas de consideración, pero inferiores a las del enemigo, i son las siguientes: 3 jefes i 18 oficiales muertos, i 21 oficiales heridos. Individuos de tropa hemos tenido, muertos, 525; heridos, 191, i 16 desaparecidos



Estas cifras no son rigorosamente exactas, porque casi dia por dia se presentan algunos individuos de tropa a quienes se creia muertos o prisioneros del enemigo. Hé aquí ahora una relación de las bajas de cada cuerpo, con designación nominal de jefes i oficiales: 





REJIMIENTO NÜM. 2 DE ARTILLERÍA. 



Oficiales.—Teniente, don Filomeno Besoain, herido. 

Tropa.—Muertos, 4, i heridos, 7. 

Además 16, cuyo paradero se ignora. 



REJIMIENTO DE ARTILLERÍA DE MARINA. 


Oficiales.—Capitanes: don Carlos Silva Renard i don Juan Félix Urcullu, heridos. Subteniente, don Benjamin Gómez, herido. 

Tropa.—Muertos, 68, i heridos, 35. 



REJIMIENTO 2. ° DE LÍNEA.



Jefes i oficiales muertos.—Tenientes coroneles: comandante del rejimiento, don Eleuterio Ramírez i segundo jefe, don Bartolomé Vivar. 

Capitanes ayudantes: don Diego Garfias Fierro, don Ignacio Silva i don José Antonio Garreton. 

Teniente, don Jorje Cotton Williams. 

Subtenientes: don Telésforo Guajardo. don Belisario López, don Clodomiro Bascuñan, don Telésforo Barahona, don José Tobías Morales i don Francisco 2. ° Moreno. 

Oficiales heridos.—Capitanes: don Bernardo Necochea, don Emilio Larrain i don Abel Garreton. Subtenientes: don Víctor Lira Errázuriz, don Pedro Párraga, don Manuel Larrain, don Ricardo Bascuñan don Enrique Tagle Castro, don Emilio Herrera, don Manuel Luis Olmedo i don Domingo Jofré. 

Tropa.—Muertos, 334, i heridos, 69. 



BRIGADA DE ZAPADORES. 



Oficiales muertos.—Subtenientes: don Amadeo Mendoza, don Froilan Guerrero, don Francisco Alvarez, don Ricardo Jordán i don Francisco Silva N. Oficiales heridos.—Capitanes: don Belisario Zañartu i don Alejandro Baquedano. Tropa.

—Muertos, 74, i heridos, 26. 



BATALLÓN CHACABÜCO. Oficiales muertos.—Sarjento mayor en comisión, don Polidoro Valdivieso. Ayudante mayor, don José Martin Frias. Tenientes: don Pedro Urriola i don Jorje Cuevas. Oficiales heridos.—Capitán, don Carlos Campo. Teniente, don Francisco J. Lira, Subtenientes: don Ramón Sota i don Pedro Fierro Latorre. 

Tropa.—Muertos, 42, i heridos, 49


GRANADEROS A CABALLO. 

Tropa.—Muertos, 3, i heridos, 5. En los partes de ios jefes de cuerpo encontrará V. S. designados los oficiales que mas se han distinguido en tan ruda jornada, cabiéndome la satisfacción de manifestar a V. S. que todos han cumplido con su deber, i de recomendar especialmente a los tenientes coroneles don Ramón Vidaurre, don Domingo de Toro Herrera i don Ricardo Santa Cruz. 



Dios guarde a V. S. Luis ARTEAGA. Al señor General en Jefe del ejército.






 PARTE DEL COMANDANTE DE LA TERCERA DIVISIÓN DEL PERÚ.


Parte Oficial Coronel Francisco Bolognesi (Ejército Peruano).


 La Guerra del Pacifico Pascual Ahumada Moreno  Tomo II Capitulo III.




Tengo la satisfacción de participar a V. S., para conocimiento del benemérito señor Jeneral en Jefe del ejército, qne el dia de hoi, en momentos de haber ordenado que la división de mi mando se alistase para continuar la marcha sobre Arica, según lo dispuesto por ese Estado Mayor Jeneral, como a las 9 A. M. se tuvo noticia de que el ejército enemigo coronaba las alturas de este punto i que por derecha e izquierda de la quebrada se encontraban fuerzas listas para emprender ataque sobre las nuestras. Como V. S. sabe mui bieu, se me ordenó que con la división de mi mando, saliese a tomar posesión de las alturas opuestas a las qne ocupaba el enemigo. Verificado este movimiento, i habiéndose visto que el enemigo dentro de la quebrada avanzaba sobre nosotros por nuestro flanco izquierdo, hallándose a corto tiro de rifle, ordené que avanzasen los dos cuerpos que componen la división i rompiesen los fuegos sobre ellos, pues ya se encontraban ocupando la altura inmediata. Empeñado el combate i rechazados de su posición por el valor e intrepidez de nuestros entusiastas soldados, seguimos avanzando sobre él hasta que' nos posesionamos en un punto en donde se empeñó con mayor encarnizamiento la lucha, habiendo sido el batallón 2. c de línea i otros cuerpos del enemigo los que nos bacian resistencia parapetados en las casas, tapias i matorrales. Viendo que el enemigo permanecía posesionado ventajosamente, se prendió fuego a unas habitaciones, cuya iniciativa fué tomada por los capitanes dou José Camilo Valencia,, del batallón 2. ° Ayacucho, i don Rudecindo López, de Guardias de Arequipa, a fin de sacarlos de sus atrincheramientos; lo que dio lugar a que el pánico se apoderara de las filas enemigas, poniéndose en fuga i arrojando sus rifles, después de haber sido arrancada de sus manos la bandera del 2. ° de línea por el soldado Manuel Santos, de la 1. ^ compañía del Guardias de Arequipa, i tomándose así muchos prisioneros i quedando el campo cubierto de centenares de muertos i heridos. A las 3.30 P. M. contramarcha hacia la población i de allí recibí orden de V. S., comunicada por el sarjento ma yor don Pedro Palacios, segundo ayudante del Estado Mayor Jeneral, para desfilar con la división de mi mando sobre las alturas que dominan la población, i en donde se sentían aun las detonaciones de la fusilería enemiga. Situado en este punto, observé que avanzaba la división Vanguardia, cuyas huellas seguía a corta distancia hasta que, como a las 6 P. M., se me dio orden de retirarme del campo por la total derrota del enemigo. Injusto seria si no recomendase ante la consideración del Supremo Gobierno, por el digno órgano de V. S., la bisarría i buen comportamiento de todos los señores jefes, oficiales i tropa que me están subordinados, en los momentos del combate; pues que cada uno de ellos se disputaba el mejor puesto en el peligro, como soldados i como patriotas. 


Dios guarde a V. S. FRANCISCO BOLOGNESI.






La batalla de Tarapacá de Fernando Ibarra pág 14. Imprenta el Colono 1895






“Serían las doce del día. y el sol abrasador, las candentes arenas del desierto, la sed devoradora, el hambre, el cansancio, el número abrumador del enemigo, y más que todo, la falta absoluta de dirección por el abandono de sus puestos de algunos de los jefes de divisiones y de cuerpos, hacían ya imposible materialmente á los nuestros mantener el campo.


Veíanse pelotones más ó menos crecidos de infantes que se desprendían de la imperfecta línea formada por el Chacabuco, Artillería de Marina y Zapadores, que á la desbandada se retiraban por el camino de Negreiros. También en esos momentos se notaba que del valle subían á la altiplanicie de Minta muchos individuos de la 3.ª división, entre ellos jefes y oficiales, sin ánimo de restablecer el combate ni de volver á él, y con la intención manifiesta de buscar su salvación. En una palabra, iba pronunciándose la derrota.


En tan apurado trance el ayudante Wood, que fué el héroe de esta jornada, se acercó resueltamente al coronel Arteaga con el propósito de arrancarle alguna resolución adecuada á las circunstancias; y en alta voz, porque el fuego era ensordecedor, le dijo: “¡Señor coronel, déme sus órdenes para ir á trasmitirlas!”


“Mis órdenes están dadas”, fué la seca contestación del coronel, que siguió yendo y viniendo, encorvado sobre su silla. Mientras tanto, repetimos, nuestra derrota se estaba declarando á todas luces....


Ocultando como pudo el mayor Wood la agitación y turbación de su espíritu al oir las últimas palabras de coronel, se le aproximó más aún, rogándole le franqueara su anteojo de campaña, á lo cual accedió en el acto, muy bondadosamente, quizás por libertarse de su importuna presencia. Observando con su auxilio el campo de batalla, vió que el enemigo ganaba siempre terreno, pero lentamente y en desorden, resistidos por algunos grupos de nuestros incomparables soldados, pero caían á montones en tan desesperado y desigual combate.


Mientras el ayudante Wood, mediante el anteojo del coronel, hacía el exámen de nuestra angustiada situación, sentía bullir en las venas su sangre de soldado, ante tamaña inacción de su jefe, viniéndosele entonces á la mente la idea de abandonarle y de hacerse cargo de la situación por su propia cuenta. Y fué tan súbita é impetuosa su determinación que, sin pensar en devolver el anteojo, volteó bridas á su caballo y clavándole las espuelas partió á precipitado galope al alcance de la artillería Krupp que, la más adelantada, había recientemente divisado en la línea de retirada hacia Negreiros.


En el camino se juntó con el capitán don Emilio Gana, ayudante del comandante Vergara, á quien hizo presente lo crítico de la situación y la necesidad de poner al cuartel general de Dolores al corriente de lo que ocurría. y después de cambiar algunas breves palabras sobre quién sería el portador de la noticia, se separaron sin volver á encontrarse en todo aquel día.


Continuando su marcha, el ayudante Wood reconoció en la línea de retirada á muchos oficiales de todos los cuerpos, gran parte de ellos desmontados, que se arrastraban penosamente ó yacían tendidos sobre las ardientes arenas, completamente desfallecidos.


Muy atrás dejó al teniente coronel don Maximiliano Benavides y al capitán don Miguel Moscoso, ambos de la Artillería de Marina y que juntos anduvieron ese día. El primero hacía una ridícula figura, caballero en un ruin borrico, sin riendas ni montura, que á fuerza de talonazos y planazos apenas si podía con su carga obesa.


Muchos de nuestros pobres soldados llenos de ira y de despecho, torva la mirada, ennegrecido el rostro por la pólvora y el sol, al aire el pecho varonil, jadeantes, seguían con lento paso en pelotones informes la línea de retirada, apoyados en sus rifles, candentes también con el fogueo. De trecho en trecho se detenían para cobrar aliento, y, haciendo frente al enemigo con arrogancia marcial, apuntaban y descargaban sus armas solo quizás para protestar que el chileno podía ser vencido pero no humillado.


La llanura estaba cubierta de dispersos en toda la extensión de la vista.


El enemigo hacía silbar el aire en todas direcciones con sus Peabodys de formidable alcance, de cuyos proyectiles muchos eran explosivos.


Oíanse por todas partes, en contra de los jefes de divisiones y de cuerpos, imprecaciones terribles que no era posible acallar entre esa jente ya desmoralizada por la rabia de la derrota. “¡Agua! ¡agua!” era el grito de desesperación de todos, y partía el alma que no pudiesen ser socorridos los que la imploraban como su último recurso. El mayor Wood había ya agotado el contenido de su cara-mayola humedeciendo los abrasados labios de esos infelices, muchos de los cuales se incorporaban para hacer el último disparo de sus rifles al lanzar el último suspiro del alma.”




Comandante Eleuterio Ramírez del Regimiento 2° de Línea Maipo caído en combate en Tarapacá.



*La Guerra Del Pacifico, Diego Barros Arana Librería Central Santiago. (pág. 177) 



“La División Chilena había entrado en combate con 2285 hombres y se retiraba dejando en el campo tres jefes de Batallón, el más Celebre el Comandante Eleuterio Ramírez Molina, 18 oficiales y 525 soldados.










A Tarapacá. 







Volvamos a la pampa. 


El general Buendía toma nuevamente el mando de todo el ejército, en Tarapacá, el día 22, y da la orden de retirada sobre Arica. 

Por telégrafo, ordena al coronel Ríos, que guarnece a Iquique, el abandono de la plaza, y su repliegue sobre el Cuartel General, orden que Ríos cumple religiosamente. 

Algunos historiadores tachan al general chileno, por no haber perseguido vigorosamente al enemigo. 

El general había ordenado el avance de la división Arteaga, pero el no haga nada del Ministro de la Guerra, anuló tan oportuna iniciativa. 

Hemos dicho que nuestra caballería acuchilló a los húsares dejados por Suárez en Porvenir, para cubrir la retirada. 

Pues bien, los jinetes vencedores hubieron de esperar la subida de la bruma, para continuar la marcha, después de perder algunas horas en ir a buscar forraje a Dolores, pues la caballada ayunaba desde el 18. Mientras llega el pienso, los cazadores recorren la pampa a pie, recogiendo heridos, armas, municiones y doce cañones, amen de otras piezas capturadas en Porvenir. 

Aceptada la renuncia del jefe de Estado Mayor General, y reemplazado por el coronel don Luis Arteaga, el caballeroso general Escala no se avino en enviar al sur, como a un cualquiera, al coronel Sotomayor. Le confía el mando de la caballería para una expedición de Dolores a Iquique, durante la cual debe ocupar todas las poblaciones del tránsito, capturando los elementos bélicos dejados por el enemigo, que eran cuantiosos, y nombrando autoridades nacionales para la administración de esas localidades. 

El coronel sale de Santa Catalina el 23, a las 6 P. M., a la cabeza del regimiento Granaderos a caballo, comandante don Pedro Soto Aguilar. A las 11:15 P. M. entra a Agua Santa, en cuya oficina pernocta. En la mañana se dirige a Peña Grande, que ocupa a la una de la tarde. 

A las 4 P. M. avista una partida enemiga que se dirige de Pozo Almonte a Tarapacá; cae sobre ella, la dispersa, y captura cinco individuos de tropa, que conducen el archivo del Estado Mayor del ejército aliado. 

Los prisioneros declaran que pertenecen al Cuartel General peruano; comunican que el general Buendía acampa en Tarapacá, con 5.000 hombres, descansados y bien provistos de municiones. 

Sotomayor comunica estas noticias al general Escala en Dolores; y al Ministro de la Guerra, en Iquique, por conducto de dos sargentos. 

El general Escala no recibe la comunicación; el sargento, atacado en la pampa por tres individuos contrarios, da muerte a uno y consigue escapar a Iquique, a donde llega el 27. 

El otro sargento entrega el parte al Ministro de Guerra, que no da importancia al aviso, no obstante de venir subscrito por el coronel Sotomayor, quien, al noticiar la concentración del enemigo en Tarapacá, sujiere la idea de batirlo, antes que emprenda la retirada. 

El coronel cree fácil la salida de Dolores de 4.000 hombres, pues en dicho lugar el bagaje tiene ahora suficiente dotación de acémilas para el transporte de agua, víveres y municiones. El batallón Esmeralda, salido de Iquique, por ferrocarril, y la caballería acampada en Pozo Almonte, engrosarían la división, asegurando la victoria. Con las mulas capturadas en Peña Grande y Pozo Almonte, y las carretas de las salitreras, el Esmeralda tiene asegurada su provisión de agua. 

El señor Ministro desdeña este plan, como el primer aviso. Ni siquiera contesta. 

El coronel Sotomayor continúa la ocupación paulatina de los pueblos de la provincia. Entrada la noche, ordena al capitán Parra que se apodere de Pozo Almonte, Este oficial, dueño de la plaza a las 10 P. M., establece comunicación telegráfica con Iquique, y da cuenta al señor Ministro de las últimas novedades, especialmente de que en el interior no hay necesidad de víveres, por cuanto la caballería ha tomado gran cantidad de fréjoles, arroz, cebada y forraje, sin tomar en cuenta las armas y municiones. 

Después de nombrar jefe del Cantón al comandante Soto Aguilar, Sotomayor ocupa la Noria, centro comercial importante. El vecindario elije una junta Comunal, que toma a su cargo los intereses de la población. 

El teniente don Juvenal Bari, queda de guarnición con 25 cazadores, para apoyar al presidente de la junta, el caballero inglés Mr. Juan J. Smail, muy reputado en el Cantón, como gerente de la Compañía Salitrera “La Limeña”. 

Terminada su misión, el coronel baja a Iquique; pero, antes, ordena la concentración de toda la caballería en Dibujo, por lo que pudiera ocurrir. 

En Iquique no se avistó con el señor Ministro; pero le hizo saber por medio del comandante Arístides Martínez, la situación de Buendía con sus cinco mil hombres en Tarapacá. Se embarcó en el “Angamos” rumbo a Pisagua, en donde encontró al señor general en jefe, de quien tomó la venia, para dirigirse a Valparaíso, triste y decepcionado, pero no abatido, pues tenía corazón templado en bronce. 

Más tarde, reconocidos sus méritos, y cuando su hermano el Ministro había rendido tributo a la madre naturaleza, el coronel Sotomayor volvió al norte, a desempeñar lucida actuación en Chorrillos y Miraflores. 

El mérito y el talento se abrieron paso y triunfaron. 

En tanto, otras actividades se desarrollan en el interior de la provincia. 

El comandante don José Francisco Vergara era muy conocido por su espíritu de aventuras, y le encantaban las empresas riesgosas y difíciles. Eso sí, gustaba de actuar como jefe; y a sus altas y buenas cualidades, se contraponía el afán de exhibición, de brillar como astro de primera magnitud en un firmamento, sin nubes. 

El coronel Sotomayor lo mantuvo a raya; de ahí su distancia. 

Eliminado éste, queda dueño del campo, porque el general Escala lo tenía en mucha estima y les ligaba sólida amistad. 

Vergara juzgó la situación propicia para un reconocimiento, sobre Tarapacá, en donde suponía refugiados a los derrotados de Dolores, sea para formar ahí un núcleo de resistencia, sea para preparar la retirada a Arica por los contrafuertes de la cordillera. 

Solicita el beneplácito del general en jefe para efectuar la operación. El general presta su aprobación, no para una gira de caballería, como insinuaba Vergara, sino para un reconocimiento de las tres armas. El señor Escala deseaba saber cómo estaba el enemigo, no dónde se encontraba, cosas enteramente distintas, en la guerra. Recordaba el reconocimiento de Tana, en que cazadores y granaderos vieron al enemigo, y nada más; y todavía, vieron mal, pues Zubiría divisó piezas de artillería, carros e impedimentas de un ejército. 

Con fuerzas de las tres armas, el comandante Vergara se encontraba capacitado para chocar con las avanzadas enemigas, estudiar el terreno, los accidentes topográficos, la distribución de las tropas y el número aproximado de los efectivos de Buendía. 

A la vuelta, aunque fuera con muchas pérdidas, podía suministrar a su jefe noticias exactas y datos precisos sobre el camino recorrido, en caso que el Cuartel General deseara expedicionar sobre Tarapacá. El reconocimiento tiene más extensión respecto a las localidades, que sobre la tropa misma del enemigo. 

Con su nombramiento de jefe del reconocimiento, el comandante Vergara prepara la marcha para el 24 de Noviembre, con las siguientes tropas: 

Infantería.‑ La brigada de Zapadores del comandante Santa Cruz, con 270 hombres. 

Artillería.‑ Un grupo de dos piezas a cargo del alférez don José Manuel Ortúzar, 27 artilleros. 

Caballería.‑ Compañía de Granaderos a caballo del capitán Rodolfo Villagrán, 115 plazas. 

Total, 412 combatientes de las tres armas. 

El comandante Vergara sale de Santa Catalina en la mañana del 24, y en la tarde acampa en Dibujo, donde refresca a la tropa con la buena agua de los pozos, durante el 25. 

Al amanecer había partido en reconocimiento disfrazado de indio, el capitán don Andrés Laiseca, minero conocedor del desierto; trabajó sulfataras en Sibaya, al oriente de la quebrada de Tarapacá, en las vecindades del volcán Isluga. 

Acompañado de un indio amigo y de otro capturado en las cercanías, penetró en la Quebrada, recorriéndola hasta el pueblo, en donde pudo constatar que las fuerzas peruanas ahí acantonadas, no podían bajar de 4.000 hombres. 

A las 3 P.M. parte Vergara por la pampa, con Zapadores y Artillería; a las nueve se pone en movimiento Villagrán y alcanza a los infantes a las 10 P. M. 

La División hace alto en la pampa de Isluga a quince kilómetros de Tarapacá. Ahí interroga a varios prisioneros capturados en el despoblado, los cuales notician que Buendía está en Tarapacá con 2.000 hombres, y que pronto se le unirá el coronel Ríos con la 5ª División de Iquique. 

Permanece en Isluga, en donde la caballada no tiene qué beber, y la tropa, bajo un sol de fuego, carece de alimentos, y más que todo de agua; y no aprovecha la fresca del amanecer, para acercarse a la quebrada y apagar la sed a la buena o a la mala! 

Había querido hacer un reconocimiento; había obtenido la jefatura; pues bien, debía llenar su cometido hasta el fin, que no era muy peligroso, dada la carencia de caballería del enemigo para una persecución encarnizada. 

Por otra parte, en tales casos se cuenta con la alarma qué producen los cañones a mansalva, y la duda del general enemigo sobre si tendrá encima a todo el ejército contrario. 

Si por prudencia creyó oportuno no comprometer a su gente en una aventura delicada, cual era ir a la quebrada a buscar agua, debió, entonces dejar una patrulla montada en Isluga, y volver a Dibujo, aprovechando las horas de la mañana. 

El comandante opta por permanecer en la pampa, a toda intemperie, trabado de frío en la noche, asado de calor en el día, sin gota de agua para apagar la sed, sin una galleta para engañar el hambre. Se contenta con enviar a Dibujo a su ayudante, capitán de ingenieros don Emilio Gana, en demanda de 500 hombres para continuar el reconocimiento. Pide gente, y se olvida de solicitar carretones y mulas con agua, víveres, forraje y municiones. 

Es incomprensible averiguar para qué el señor Vergara pedía este refuerzo. Tenía a sus órdenes 412 plazas, bastantes para una ligera escaramuza, insuficientes para una acción siquiera mediana. Con los 500 hombres solicitados, quedaba en peor condición, pues hacía más pesados sus movimientos y con 900 combatientes era soberana locura pretender asaltar a Buendía. 500 individuos más, no ponían ni quitaban rey. 

El coronel Arteaga recibe en Santa Catalina, el telegrama que el capitán Gana le envía desde Dibujo; inmediatamente lo comunica a Dolores, al general Baquedano, jefe accidental, por haber marchado a Iquique el general Escala a conferenciar con el señor Ministro de la Guerra. 

Baquedano y Arteaga creen a Vergara en peligro y resuelven reforzarlo con la división de Santa Catalina, compuesta de los siguientes cuerpos: 

Regimiento 2º de línea. 

Regimiento Artillería de Marina. 

Batallón Chacabuco, 

Una Batería de Artillería. 

30 Cazadores a caballo. 

Los segundos y chacabucos parten en tren a Dibujo en la tarde del 25. A media noche, siguen por tierra el regimiento de marina, los artilleros y cazadores, que entran a Dibujo a las 6 A. M. del día 26. 

Arteaga marcha en la convicción de encontrar ahí a Vergara, para organizar en este punto la expedición. Por tal motivo, provee frugalmente a la tropa para tan corto viaje, que lleva apenas dos raciones secas y el agua de las caramayolas. Deja, sí, orden en Santa Catalina, para que le siga una sección del bagaje con agua y víveres suficientes. 

Al tener noticias de la partida de Vergara, le envía un propio, ordenándole que lo espere o contramarche, según lo crea más conveniente. 

El coronel Arteaga se encuentra en una seria disyuntiva; o hace devolver a Vergara, cuyo reconocimiento puede estar en buenas condiciones, o va en su ayuda, temeroso de que con tan poca tropa sea copado. Opta por lo segundo, y marcha en la tarde del 26, por la huella de Vergara. Deja en Negreiros al alférez de granaderos, don Liborio Letelier, con dos soldados, para que siga tras él, con las recuas del bagaje y parque. 

Vergara, al recibir el parte de Arteaga, resuelve esperarle en Isluga, para no fatigar más a la infantería con el regreso a Dibujo. No cae en cuenta de que la tropa, cansada, puede relevarse en dicho lugar, por ferrocarril, con batallones frescos del cantón de Dolores. Y como no era hombre de perder el tiempo, se acerca con algunos jinetes a la boca de la quebrada de Tarapacá. Laiseca conoce el uniforme de los granaderos y se apresura a unírseles. Inmediatamente pone en conocimiento del comandante Vergara sus observaciones y el cálculo de las fuerzas de Buendía, apreciadas alrededor de 4.000 hombres. 

Vergara se reserva el dato, que cree exagerado, enceguecido por el deseo de medirse con el enemigo, de alcanzar ascenso y gloria, y más allá un puesto entre tantos candidatos que se creen con méritos para la banda. 

Oculto, tras unas lomas, con Laiseca y sus granaderos, constata la llegada de la División de Ríos, arrastrándose de fatiga, debilitada por el hambre y la sed, buscando a Tarapacá en completa dispersión, en que cada cual andaba como podía en busca del oasis. Los mil y tantos hombres formaban una fila de más de una legua. 

El señor Vergara tenía dos cañones y 115 granaderos ¡Qué linda oportunidad para una media docena de granadas, y acuchillar después holgadamente a gente dispersa y desmoralizada! 

Como en Tana, dejó escapar la ocasión; y como dice Bulnes, en el tomo I, pág. 661‑662, de la Guerra del Pacífico, “se contentó con observar el descuido y abandono con que marchaba la tropa, caminando a la desbandada, los oficiales montados en malas bestias algunos, quienes en asnos, otros a pie, arreando del cabestro acémilas cargadas. El aspecto de esa división le confirmó que bastaría un simulacro de ataque para desbaratarla, porque iba vencida de antemano”. 

A las doce de la noche del 26 se opera en Isluga la conjunción de Arteaga con Vergara. 

¡Qué terrible situación! ¡Qué desencanto para la tropa de éste, que esperaba con ansias agua y víveres, al ver llegar a sus compañeros, tan hambrientos y sedientos como ellos! El ganado tascaba el freno hacía ya 37 horas, sin un puñado de cebada, sin una gota de agua. 

No hay tiempo que perder. La división está a diez leguas de Dibujo a dos de Tarapacá. El único responsable de ella es ahora el coronel Arteaga, por ordenanza. Este jefe abarca de una mirada la situación, y toma el único partido posible, ir a conquistar el agua a balazos, antes de perder por la sed centenas de soldados, contramarchando a Dibujo o Negreiros. 

Después de una conferencia con el comandante Vergara y Santa Cruz, en que prevalece la opinión del primero, de atacar al enemigo, ordena el avance con hambre, con sed, con fatiga, y sin más municiones que las llevadas en la canana. Arteaga se pone a la cabeza, y la división rompe marcha, en busca del agua o de la muerte. 

La quebrada de Tarapacá, en quechua lugar de algarrobos, nace al pie del Nevado de Sillahuya, en donde toman caudal las tres zubias, después arroyos que la forman. 

El aumento de las aguas de regadío constituye la constante preocupación de los habitantes del valle, para la vida de las heredades vecinas. 

En el siglo XVII, las autoridades locales proyectaron vaciar en la quebrada las lagunas de Lirima, que se encuentran en su nacimiento. Tratábase de unir ambas lagunas por un canal, y por otro, echar al valle las aguas de la más cercana. 

Se han confeccionado proyectos y otorgado diversas concesiones, sin resultado práctico alguno. 

El río Tarapacá como lo llaman enfáticamente sus pobladores, alimentado por las vertientes de Paraguilla, Quillahuasa y Tilivilca, riega una angosta faja de tierras, de 75 kilómetros de longitud (quince leguas bolivianas) hasta la Boca, en donde se agota el agua. En años muy lluviosos, o en deshielos extraordinarios, la corriente atraviesa la Boca y se derrama en la pampa de Isluga, en quechua “se extraen raíces cavando”. 

Muy angosta en toda su extensión, la quebrada se ensancha aumentando los campos de cultivo, en Sibaya, Mocha, Lorenzana, Pachica y Tarapacá. La anchura cultivable alcanza a 400 metros, en la Boca, la parte más esplayada. 

Los industriosos indios se dedican a la siembra de papas, maíz y alfalfa. Abundan los árboles frutales, en especial la higuera, en los cincuenta y dos puntos de cultivo, de mínima a regular extensión. 

La vid constituye la riqueza de los naturales; llevan los vinos generosos al interior de Bolivia, donde gozan de bastante aceptación por su sabor a oporto. 

Tarapacá constituye un centro estratégico, por converjer ahí todos los caminos del Departamento de su nombre. Por esto el jefe de Estado Mayor General, coronel Suárez, lo eligió como lugar de concentración para las tropas dispersas en Dolores. 

Hé aquí las principales vías de comunicación: 

1.‑ A Arica y Tacna. Por Aroma, Tiliviche, Tana, Chiza, Camarones, Chaca, Arica, Chacalluta, Hospicio, Tacna. 

2.‑ Al Loa. Por Calera, Pica, Núñez, Tementica, Quillagua, Loa. 

Distancia al Loa: 420 kilómetros. 

3.‑ A Iquique. Por Peña Grande, 160 kilómetros. 

4.‑ A Mejillones. Por Negreiros, 100 kilómetros. 

5.‑ A Pisagua. Se toma la línea férrea en Dibujo o Negreiros, cortando alguno de los caminos a Iquique o Mejillones. Un segundo camino directo por Tana o Tiliviche, y la quebrada de Pisagua, conduce al mar. 

6.‑ A Bolivia. Hay 185 kilómetros hasta el río Pisiga, límite entre el Departamento de Tarapacá y Bolivia; se pasa por los tambos de Chumiza y Sitana. 

Desde el río Pisiga, se continúa al interior, llevando como objetivo cualquiera de las principales ciudades bolivianas, aunque para nosotros las distancias sean enormes; no así para los serranos, acostumbrados a transmontar centenares de leguas, con tal de ir provistos de coca para el alimento y de poncho para el abrigo. 

Distancias de Tarapacá: 

A Potosí, 500 kilómetros. 

A Sucre, 645 kilómetros. 

A Oruro, 600 kilómetros. 

A Cochabamba, 780 kilómetros. 

A La Paz, 845 kilómetros. 

Los indios del altiplano ni se arrugan para tragarse estas distancias. Los derrotados de Dolores y los heridos de Tarapacá las cobraron sin volver la vista, hasta alcanzar sus pagos, allá en el corazón de Bolivia. 

Las aguas, que en los deshielos corren como un torrente devastador, han ido ahondando el lecho, corroyendo los costados, convertidos en paredes a pique con el transcurso de los siglos. Pequeñas mesetas y faldeos asilan en las riberas a miserables familias indígenas, ocupadas en cultivar maíz u hortalizas; en segar alfalfa, secar higos o brevas, o fabricar un vinillo rubio bastante alcohólico, muy apreciado por los consumidores de la sierra. 

Subamos desde la Boca hacia el macizo andino. A 3.000 metros, aguas arriba, se encuentra Huaraciña (en aymará, derrames) con algunos ranchos alrededor de la represa, que recoge ahí las últimas aguas, o derrames para el regadío. 

Un kilómetro, quebrada adentro, se encuentra San Lorenzo. A cinco kilómetros de la Boca, Tarapacá, con una población de 1.200 habitantes, cabeza del partido de su nombre, 380 metros sobre el nivel del mar. 

La represa de Quillahuasa dista dos y medios kilómetros de Tarapacá, caminando siempre hacia la cordillera. Quillahuasa, significa en quechua, más allá de la luna, porque ésta, al reflejarse en la superficie, da la impresión de que la laguna se extiende mucho más allá de nuestro satélite. 

La vertiente de Pachica, abundante en agua, cae desde unos riscos, cinco kilómetros al interior de Quillahuasa. Le viene el nombre quechua del camarón, crustáceo abundante en cierta época del año. 

Los lugares mencionados constituyen aglomeraciones de ranchos pajizos; pero toda la quebrada se encuentra sembrada de chozas de indios, que viven miserablemente de los escasos productos del suelo y del ganado. 

Frente a Tarapacá, se alza el monte de su nombre, con 2.286 metros sobre el nivel del mar; y próximo a él, el Redondo, por la forma que afecta. 

La pampa, al norte y sur de la quebrada semeja un mar petrificado de improviso, por las caprichosas ondulaciones del terreno sembrado de cerros, mogotes, alcores y colinas de formas variadas hasta el confín del horizonte. 

Hemos dicho que a la media noche, el coronel Arteaga estuvo en consulta con los comandantes Vergara y Santa Cruz, después de lo cual inicia la marcha en busca del enemigo. 

Nada hay que decir a esto. El señor coronel, como único responsable, pudo tomar o no tomar pareceres. Más ya que creyó oportuno consultar la opinión de Vergara y Santa Cruz, nada impedía conocer el pensamiento de los demás jefes, dada la solemnidad de las circunstancias. 

Pudieron ser llamados los tenientes coroneles don Eleuterio Ramírez, comandante del 2º de línea; don José Ramón Vidaurre, comandante del Regimiento de Marina; don Domingo de Toro Herrera, comandante del batallón Chacabuco; el sargento mayor don Exequiel Fuentes, comandante de la Artillería; y el capitán don Rodolfo Villagrán, comandante de la caballería. El último no tenía categoría de jefe, pero dirigía una unidad. 

Así mismo pudieron dar un parecer concienzudo, los demás jefes de la división, con largos años en el servicio, o distinguidos por sus conocimientos. Merecen citarse, el teniente coronel don Bartolomé Vivar, del 2º; el teniente coronel don Maximiano Benavides, del Regimiento de Marina; los mayores Jorge Wood, jefe de Estado Mayor, Orodontes Liborio Echánez, del 2º, Polidoro Valdivieso, del Chacabuco, y Guillermo Zilleruelo, de Artillería de Marina. 

Si los veteranos jefes enunciados hubieran tenido participación en el Consejo, no se hubieran tomado las disposiciones que rigieron el combate. Habrían hecho ver la inconveniencia y el peligro de subdividir las fuerzas en tres secciones, cada una de ellas enormemente inferior al enemigo, dando a éste la facultad de aplastarlas en detalle, antes de ser socorridas por las otras dos. 

La división chilena ascendía a 2.281 plazas, efectivo débil para desalojar a los cinco mil hombres de Buendía, descansados, con víveres y agua en abundancia, y acantonados en sus propias casas, Fraccionar las tropas, significaba el cercenamiento del 50% de su poder combativo. Sin embargo, así se hizo, contra toda lógica, contra los principios fundamentales de la estrategia y aun del sentido común, que ordena juntarse, para ser más fuerte que el adversario. 

No se concibe tal despropósito en un jefe de experiencia, ex‑alumno de la Escuela Militar de Aplicación de París. 

Los jefes habrían combatido igualmente con energía, la resolución de llevar la tropa al combate sin agua, y al ganado cayéndose de sed. Habrían hecho triunfar la única decisión cuerda de refrescar gente y caballos en la Boca y Huaraciña, para ganar nuevamente las alturas de la pampa; y entrar en combate en buenas condiciones físicas, con la totalidad de las fuerzas. 

Nuestros jefes habrían tenido oportunidad de conocer exactamente la topografía del terreno, las posiciones del enemigo, sus recursos, y aun su número y estado moral, desde los primeros momentos. (Loca et mores). 

El señor coronel Arteaga dispuso a su división en el siguiente orden de batalla: 

Izquierda.- Comandante don Ricardo Santa Cruz.‑ Efectivos: 

Zapadores………………………… 289 hombres 

Artillería Krupp…………………… 27 “ 

Artillería de bronce……………….. 30 “ 

4ª Compañía del 2º de línea………. 116 “ 

Granaderos a caballo……………… 86 “ 

Total:…………. 548 hombres 

Mandaban las compañías de Zapadores los capitanes señores Alejandro Baquedano y Belisario Zañartu; la compañía del 2º, el capitán don Emilio Larraín; la artillería, el sargento mayor don Exequiel Fuentes; y la caballería, el capitán don Rodolfo Villagrán. 

Esta ala llevaba como objetivo la aguada de Quillahuasa, debiendo copar la retaguardia peruana. 

Centro.‑ Al mando directo del jefe de la división.‑ Efectivos: 

Artillería de Marina, comandante 

don José Ramón Vidaurre…… 358 hombres 

Batallón Chacabuco, comandante 

don Domingo de Toro Herrera. 450 “ 

Grupo de artillería, 2 piezas………… 39 “ 

Total:…………… 847 hombres 

Derecha.‑ Comandante don Eleuterio Ramírez, jefe del 2º de línea. Efectivos: 

7 compañías del 2º…………………. 820 hombres 

2 cañones de montaña……………… 40 “ 

1 piquete de cazadores, del alferez 

Diego Miller Almeyda………. 26 “ 

Total:………….. 886 hombres 

Reserva: Ninguna. 

Contaba pues, el coronel Arteaga con una fuerza efectiva de 2.281 plazas. Este cómputo se hizo en Dolores y Santa Catalina por oficiales de distintos cuerpos. 

El jefe chileno imparte órdenes precisas. La izquierda marchará sobre Quillahuasa, a cortar la retirada al enemigo, en dirección a Arica; el centro atacará el pueblo de Tarapacá, en tanto la derecha, embistiendo por San Lorenzo y Huaraciña, cierra a Buendía por el oeste la salida de la quebrada y lo empuja al pueblo, a donde deben converjer las secciones chilenas del centro y derecha. 

Cumplidas estas disposiciones, con éxito, la situación del ejército peruano sería precaria, encerrado en una quebrada de 15 kilómetros de longitud, por 200 a 500 metros de ancho, a lo sumo. 

Después de Tarapacá. 



Los peruanos pusieron fuego a toda construcción capaz de dar abrigo. Ahí se carbonizaron muchos refugiados para restañar la sangre de sus heridas. 

Esta conducta del adversario queda comprobada con la proporción en los muertos: 562 chilenos de 2.283 combatientes, contra 236 peruanos de los 5.381 que entraron en acción. 

Porcentaje: De parte de los chilenos, el 24%; del lado peruano, el 4,5%. 

Cuanto a responsabilidad por parte de los dirigentes chilenos, los siguientes hechos pueden servir de base para las apreciaciones del lector. 

1º El coronel Sotomayor avisó oportunamente al Ministro de la Guerra, desde la estación de Pozo Almonte, que el general Buendía concentraba 4.000 hombres en Tarapacá, rehaciéndose para emprender marcha en dirección al puerto de Arica. 

A su llegada a Iquique, el coronel reitera su aviso, por intermedio del comandante don Arístides Martínez. 

El señor Ministro no toma en consideración tan importante noticia; él, tan celoso de controlar las operaciones de guerra, pudo haber comunicado al general en jefe la concentración denunciada, o tomar alguna medida de carácter militar, en resguardo del ejército. 

2º Vergara se informa en el camino que en Tarapacá hay más de 2.500 hombres; pide 500 del 2º para asegurar el éxito de su comisión. Después, Laiseca le da cuenta de que Buendía tiene más de 4.000 hombres, y calla. 

Luego su intento no era efectuar un reconocimiento, como se le encomendara, sino empeñar batalla, en la convicción de alcanzar una victoria fácil. 

El general Baquedano, que suplía al general en jefe en la zona de Dolores, ausente en Iquique, envía a Vergara, no los quinientos infantes solicitados, sino la división íntegra del coronel don Luis Arteaga, actual jefe de Estado Mayor General, en reemplazo de don Emilio Sotomayor. 

El refuerzo de esta división significaba la pérdida del mando del comandante Vergara, pues además del coronel Arteaga, iban con él los comandantes de cuerpo Ramírez y Vidaurre, más antiguos que el señor Vergara. 

3º La partida de Negreiros sin víveres ni agua, no tiene explicación racional, tratándose de una marcha en suelo estéril, bajo un sol abrasador. 

Recibida la comunicación de Arteaga, en que éste le ordena regresar, o hacer alto en el punto en que se encuentre, el jefe del reconocimiento debió contramarchar, ya que la falta de agua le tenía desfallecidos a hombres y caballos. 

Regresando a Dibujo, el coronel Arteaga podía relevar a Zapadores, agobiado por las idas y venidas últimas; no tenía sino pedir el reemplazo por telégrafo, para que le llegaran por ferrocarril cuerpos acampados en Dolores, deseosos de batirse. 

4º Operada la conjunción de Arteaga con Vergara, resuelven marchar sobre el enemigo. Es la única solución posible. La vuelta condenaba a la división al martirio de la sed. El agua estaba en Tarapacá; había que ir a buscarla. 

5º El consejo, consulta o conciliábulo de la noche del 26, reviste caracteres poco correctos, con tintes de egoísmo. 

Una de dos: o el comando procede por resolución propia, o por consejo de jefes, sin exclusiones odiosas. 

6º La dislocación de las tropas en tres secciones, constituye un error profesional lamentable; cada subdivisión quedaba tan débil con respecto al enemigo, que éste podía aplastarlas fácilmente en detalle. El comandante Vergara calculaba el total del enemigo en 2.300 hombres; 1500 por referencia de los peruanos y 800 en que calculó por sus propios ojos, el contingente del coronel Ríos. Esto, haciendo caso omiso del cómputo de Laiseca. 

¿Por qué fraccionarse ante efectivo tan superior? 

¿Por qué olvidar el principio estratégico de unir todos los efectivos, para ser más fuerte que el enemigo en el momento preciso y en el punto dado? 

7º El envío del 2º de línea al fondo de la quebrada, falta monumental, condena a este valiente cuerpo al fusilamiento a mansalva. 

8º El fraccionamiento de la artillería la hizo perder enteramente la eficiencia de operar en masa, formación en que estriba la potencia del arma. 

La división debió marchar en un solo cuerpo, unida, a la Boca de la quebrada, distante pocos kilómetros, para apagar la sed en Huaraciña, dar descanso a la gente, subir después a la meseta izquierda, y no a la derecha como aconseja el coronel Ekdahl. Por la izquierda, Arteaga conserva la línea de comunicaciones con retirada expedita, en caso de quebranto, diligencia primordial en todo comandante de tropas. Por la derecha ya no era dueño de la línea de comunicaciones; si sufría un revés, quedaba cortado por el enemigo, sin retirada posible, hacia su base de Dibujo o Negreiros. 

Marchando la división en conjunto, dominadora de la meseta en la mañana del 27, habría cogido a Buendía con armas en pabellón, ocupadas las tropas en los preparativos de su retirada sobre Arica. 

El comando peruano al sentirse cañoneado desde las alturas coronadas de infantes, y con la caballería en marcha sobre Quillahuasa, no tenía más salvación que transladarse rápidamente a este punto, y llegar a Pachica, en donde le habían precedido dos divisiones. Seguramente, bajo el cañón chileno, la marcha no habría sido tan ordenada, como lo hubieran deseado los jefes aliados. 

De todas maneras, abandonando Buendía los acantonamientos, dejaba limpia la quebrada, sin mayor costo de vidas. 

El general peruano tenía prisa en aumentar la distancia que lo separaba de los chilenos. Su conducta lo prueba: después de los combates del 27, evacua apresuradamente el pueblo de Tarapacá, abandonando intactos, cajones de municiones, cargas de víveres, las armas de los muertos y heridos, las tiendas de campaña y las ambulancias. Los cadáveres insepultos quedan botados en las calles, en los caminos y en los potreros de la vecindad. Más de doscientos heridos, entre ellos jefes y oficiales de mérito, yacen entregados a su propia suerte, en espera de las ambulancias chilenas que los recojan y atiendan. 

Nuestros cirujanos encuentran en una barraca diez y seis oficiales heridos, entre los cuales estaba el coronel Ríos, jefe de la 5ª División, recién llegada de Iquique. Conducido con esmero a esta ciudad, falleció al entrar a la plaza, no obstante las solícitas atenciones para conservarle la vida. 

Sin la llegada del coronel Urriola habrían perecido todos los heridos peruanos y bolivianos, víctimas del mal corazón de sus compañeros. 

La división Urriola llevó la piadosa misión de enterrar muertos, efectuar la evacuación de los heridos, amigos y enemigos, a través del desierto, hasta entregarlos a las ambulancias, que los remitía a los hospitales fijos de la costa. 

Terminadas estas tareas, pudo hacerse el balance de las pérdidas sufridas por los contendores. 



Bajas de jefes y oficiales de la división chilena. 



Artillería.‑ Herido: Teniente Filomeno Besoaín. 

Artillería de Marina.‑ Heridos: Capitanes Carlos Silva Renard, Juan Félix Urcullu y subteniente Benjamín Gómez. 




2º de Línea.‑ Muertos: Comandante, teniente coronel don Eleuterio Ramírez; teniente coronel 2º jefe, don Bartolomé Vivar; capitanes Diego Garfías Fierro, Ignacio Silva y José Antonio Garretón; teniente Jorge Cotton Williams; subtenientes, Telésforo Guajardo, Belisario López, Clodomiro Bascuñan, Telésforo Barahona, José Tobías Morales y Francisco 2º Moreno. 

Heridos: Capitanes Bernardo Necochea, Emilio Larraín y Abel Garretón; subtenientes Víctor Lira Errázuriz, Pedro Párraga, Manuel Larraín, Ricardo Bascuñan, Enrique Tagle Castro, Emilio Herrera, Manuel Luis Olmedo y Domingo Jofré. 



Teniente Coronel Bartolomé Vivar 2° Comandante del 2° de Línea muerto en Tarapacá. 









Teniente del 2° de Línea Jorge Cotton Williams muerto en Tarapacá. 










Subteniente Abanderado del 2° de Linea Telésforo Barahona muerto en Tarapacá.







Zapadores.- Muertos: Subtenientes Amadeo Mendoza, Froilan Guerrero, Francisco Álvarez, Ricardo Jordan y Francisco Silva N. 

Heridos: Capitanes Belisario Zañartu y Alejandro Baquedano. 

Batallón Chacabuco.‑ Muertos: Sargento mayor 2º jefe, Polidoro Valdivieso; ayudante mayor, José Agustín Frías; tenientes Pedro Urriola y Jorge Cuevas. 

Heridos: Capitán Carlos Campo; teniente Francisco J. Silva; subtenientes Ramón Lorca y Pedro Fierro Latorre. 



Bajas de jefes y oficiales de la división peruana. 



Regimiento Dos de Mayo.‑ Muertos: Coronel graduado Manuel Suárez; teniente coronel graduado Daniel Torrico; subteniente Manuel J. Osorio. 

Heridos: Capitán graduado Manuel A. Rivera; subtenientes Lucas Gao, Tomás Berengel, Guillermo Bello, José Torres Paz y Pedro Torres. 

Segunda División.‑ Herido: jefe de Estado Mayor, coronel Isaac Recabarren. 

Cazadores de la Guardia Nº 7.‑ Muertos: Capitanes Marcos Alberto Odiaga y Enrique Vargas. 

Columna Loa.‑ Muertos: Capitán Aniceto Rivera; subtenientes, Rubén Córdova, Nicanor Montes y Adolfo Vargas. 

Heridos: Subtenientes Luis Mugustegui y José Cuellar. 

Guardias de Arequipa.‑ Muerto: Capitán graduado Clodomiro Chávez. 

Batallón Zepita.‑ Muertos: Comandante accidental teniente coronel Juan B. Zuluaga; capitán graduado Francisco P. de Figueroa; subtenientes Juan M. Cáceres y Juan R. Meneses. 

Heridos: Sargentos mayores Benito P. de Figueroa y Luis Lazo; sargento mayor graduado Juan M. Calderón; capitán graduado, Julian Cruzado; teniente, Telémaco Delfín; subteniente, Federico Ramírez. 

Batallón 2º Ayacucho.‑ Muertos: Teniente, Mariano Marquezado; subtenientes, Juan B. Tafur y Manuel Ponce. 

Heridos: Capitán graduado Juan de Dios Vera y teniente Agustín. Zespa. 

Columna Tarapacá.‑ Muertos: Sargento mayor Francisco Perla; subteniente, José Gavilán. 

Heridos: Capitanes graduados, Rosendo Carrión, Federico C. Rivera, y Ambrosio Guimaraens. 

Brigada de Artillería.‑ Heridos: Sargento mayor, José R. de la Puente; id. graduados, Guillermo Guerrero y Francisco Pastrona; capitán graduado, Eloi Caballero; tenientes graduados, José O. Cáceres y Nicanor A. Málaga; subtenientes, Federico Pezet, Lino A. Zenteno y Enrique Varela. 

Ayacucho Nº 3.‑ Muertos: Sargento mayor, Leandro Escobar; teniente, Elíseo Valencia; subtenientes, Ismael Cornejo y Manuel Lozada. 

Provisional de Lima Nº 3.‑ Heridos: teniente coronel, Eduardo Pflueker; capitán, José García. 

Cazadores del Cuzco Nº 5 de línea.‑ Muerto: Subteniente, Enrique Vargas. 

Columna Naval.‑ Muerto: Capitán, Sixto Méndez. 

Heridos: Teniente coronel José María Melendez; tenientes, Federico Mindreau y Pablo Portillo. 

División Vanguardia.‑ Herido: Teniente José María Ochoa. 

Batallón Iquique.‑ Muerto: Capitán José Gil. 

Heridos: Coronel Alfonso Ugarte; sargentos mayores, Lorenzo P. Infantas y Rosendo Ballon; capitán, José S. Olivencia; subteniente, Mariano L. Arias. 

Se ignora el paradero del capitán José S. Mayo; tenientes, Belisario Mugaburú y Manuel E. Vélez; instructor, sargento mayor Tomás Ballin; subteniente, Manuel P. Reyes. 



Bajas chilenas, jefes y oficiales. 



Jefes muertos…………………… 3 

Oficiales muertos………………. 18 

Oficiales heridos……………….. 21 

Total:……………… 42 



Tropa. 

Muertos……………………….. 525 

Heridos……………………….. 191 

Desaparecidos………………… 16 

Total:……………. 732 



Resumen Muertos: 



Jefes y oficiales………………. 21 

Tropa…………………………. 525 

Total:……………. 546 



Resumen Heridos: 



Oficiales……………………… 21 

Tropa………………………… 191 

Total:…………… 212 



Resumen General: 



Muertos………………………. 546 

Heridos………………………. 212 

Total:…………… 758 



Desaparecidos (Prisioneros)… 16 

Total general: 774 bajas. 



Los peruanos tuvieron las siguientes pérdidas: 

Muertos……………………… 236 

Heridos……………………… 261 

Prisioneros……………………. 76 

Total:…………… 573 



“Las 4 campañas de la Guerra del Pacifico” Francisco Machuca Tomo 1 Imprenta Victoria 1926 ) 



Plano de la Batalla de Tarapacá.









Litografía de autor desconocido que representa la batalla de Tarapacá puede apreciarse como los soldados chilenos yacen muertos mientras su comandante Eleuterio Ramirez combate al adversario Aliado peruano boliviano.






Estado de conservación.



Lamentablemente en Chile No existe ningún sitio histórico de batallas declarado como Sitio Histórico. 

Para asegurar el sitio histórico y delimitarlo, yo Alejandro Aguirre me he dedicado durante años a colocar y ubicar señales éticas, letreros que indican la calidad del lugar, acompañándolos de banderas chilenas para que se entienda que es un lugar de batallas y los que allí yacen muertos merecen el respeto de sus conciudadanos. 

Es por tanto que se hace necesario poder implementar señal ética en el perímetro de protección que indique que es un Sitio Histórico y que está estrictamente prohibido extraer piezas históricas y cualquier tipo de actividad que, atente contra el Patrimonio Histórico del Sitio. 

Sería conveniente complementar la señal ética informando el Sitio Histórico y poder implementar un Monumento acorde a la magnitud de la Batalla.


















Comentarios

  1. Excelente labor investigativa y de difusión de nuestra historia. Se hace urgente proteger nuestro patrimonio cultural para la posteridad.

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  2. Muy buena iniciativa, se requiere urgente declarar los sitios históricos de nuestra región.

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  3. Buenas tardes, felicitó iniciativas como estas (las cuales no abundan lamentablemente ), en este Chile carente de amor patrio por la mayoría de su gente. Nuestra labor es persistir y re encantar, ocupando espacios ya perdidos. Gracias por su aporte a Chile.

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